Va una de asesinatos:
La tragedia griega ha servido de inspiración para futuros homicidas y suicidas. Shakespeare saboreó el éxito en sus obras, gracias a la influencia griega. Todos siempre acababan muertos.
En otro orden de cosas, me he visto sorprendida por el furor poético y me he acordado de la historia de un humilde personaje mitológico, cuyo final es trágico para no variar mucho.
Dédalo, el famoso inventor y ,por lo tanto, patrón de algunos ingenieros, tenía un sobrino al que por iniciativa de su madre, fue encomendado a aprender el arte de su tío. El niño apuntaba maneras y se inició a la inmadura edad de 12 años. Se le atribuye la invención de instrumentos sencillos, pero muy útiles para la vida cotidiana, como son la sierra y el compás (instrumentos aparentemente sencillos como el mecanismo de un botijo). Sólo se sirvió de la contemplación de una espina de pez o una mandíbula de serpiente, según dicen las fuentes. Entonces, fue cuando su tío, invadido por la hybris y la pthonos, lo lanzó desde la Acrópolis y difundió que había sido un accidente. Así, Atenea, la que favorece las inteligencias, lo convirtió en ave y ,concretamente, en perdiz.
Esta es la explicación no racional de que las perdices ni vuelen a grandes alturas, ni aniden en lo más alto de los árboles. Curioso es, también, el uso recurrente de las alas en la historia de esta familia. A veces las alas te sirven para escapar de la desgracia, otras veces te hacen planear hasta el objetivo más funesto. Llevas razón, amigo Ícaro.
